Documental proletario
Joris Ivens. Konsomol o el canto de los héroes, 1932.
Película 35 mm.
Este programa se presenta en el contexto de la exposición Una luz dura, sin compasión. El movimiento de la fotografía obrera, 1926-1939 (Museo Reina Sofía, 6 de abril - 22 de agosto, 2011), que traza la historia del documental fotográfico proletario amateur. Este movimiento debe entenderse en el contexto de las prácticas documentales en el cine y la fotografía que eclosionaron hacia 1930 a escala internacional, y cuya principal misión era la representación de la crisis económica posterior a 1929 y sus efectos sociales, particularmente entre las clases desfavorecidas. El género documental surgió como tal en ese momento, precisamente con la misión de visibilizar a las clases populares emergentes en la era de la democracia de masas. En este contexto, el discurso documental no debe verse como un campo homogéneo, sino que dentro del mismo se dieron conflictos y antagonismos, principalmente entre revolución y reformismo.
El documental reformista encontró su forma cinematográfica clásica en el Movimiento Documental Británico de John Grierson, mientras que la identificación de movimientos sociales revolucionarios y nuevo cine surgió de los experimentos soviéticos de Vertov y Eisenstein o del documental poético de Joris Ivens, así como de las producciones de las organizaciones amateursobreras, como la Workers’ Film and Photo League norteamericana. El cine documental proletario produjo dos retóricas principales. Por un lado, planteaba una alianza entre los cineastas y los movimientos sociales. En este sentido, era característico el tono épico de las producciones soviéticas. Por otro lado, la consigna programática de mostrar la fealdad y el horror de la miseria y la explotación llevaba a retóricas naturalistas que formalizaban la identificación entre abyección y vida proletaria. Se trataba de mostrar la indignidad del proletariado en el capitalismo, y particularmente bajo las condiciones de la crisis económica de la época de Weimar, de cara a favorecer las políticas revolucionarias. Éste, en definitiva, sería uno de los efectos más decisivos e influyentes del documental proletario a lo largo de los años treinta, la interiorización y diseminación de una producción visual enraizada en la descripción de la vida popular y de los desposeídos, más allá de las redes del propio movimiento.
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